Mario C. Zenitagoya B.
El Papa Francisco en algún momento mencionó que la trata de personas es una «llaga en el cuerpo de la humanidad» e instó a que la lucha para erradicarla esté acompañada de la compasión y cercanía a las víctimas.
«El hecho de unir nuestros esfuerzos significa que queremos que las estrategias y las competencias estén acompañadas y reforzadas por la compasión evangélica, por la cercanía a los hombres y mujeres víctimas de este crimen», señalaba el pontífice.
Las principales víctimas de la trata de personas en el Perú son mujeres y menores de edad, quienes son obligadas a prostituirse bajo amenaza de muerte y maltratos, o son sometidas a trabajos forzados en fábricas, en el campo o en minas. También son reclutadas para mendigar en las calles, trasladen droga o para comercializar sus órganos, entre otras formas de explotación.
Es común en nuestra sociedad la explotación laboral bajo la forma de «trabajo doméstico» que, en ocasiones, es realizado en condiciones de escasa alimentación, ausencia o salario paupérrimo, prohibición de salidas o semi- encierro, entre otras.
Se calcula que 66,000 personas son afectadas por redes de trata de personas en el Perú. El 80% son mujeres, un 33% menores de edad, 34.9% ligada a explotación sexual.
Los jóvenes son captados con mayor facilidad en el Amazonas, Cajamarca, Huancavelica, Puno, Madre de Dios y Ayacucho.
A pesar que es un problema grave, que atenta a los derechos elementales de todo ser humano, en los últimos cinco años en el Perú sólo hay 11 sentenciados por delito de trata.
Mientras, la Trata en Ayacucho según reportes oficiales es preocupante; el 80% de víctimas son mujeres el 33% son mujeres menores de edad. El 50% de víctimas tienen entre 13 y 17 años, el 44% fueron atrapadas por redes a través de ofertas de trabajo y lo paradójico, es que ante este panorama sombrío se tenga sólo un 2% de denuncias.
A pesar de alarmantes cifras globales y específicas como en el caso de la región ayacuchana, la penalización de la trata de personas en legislaciones como la peruana no son suficientemente enérgicas, lo cual unido a la clandestinidad que lo caracteriza y a la capacidad de los tratantes de cambiar rápidamente sus formas de operar para evadir la norma, hacen difícil la persecución y sanción de este delito, según señala un informe de Human Rights Watch.
La gravedad y variedad de violaciones a los derechos humanos que implica la trata de personas, sumado a los estrechos contactos que tiene este fenómeno con el narcotráfico, la corrupción y la delincuencia organizada, debe llevarnos a tomar consciencia de que la trata de personas no sólo constituye uno de los perores crímenes que existen contra el ser humano sino también una grave amenaza a la seguridad de los Estados.
Entendidos en este problema, indican que es posible combatir este flagelo teniendo en cuenta los factores que promueven y sobre todo, los graves perjuicios que en el ámbito político, institucional y social ocasiona a nuestro país, a nuestra región.
El caldo de cultivo está en la pobreza, exclusión social, desempleo y subempleo, el mal uso del internet, la discriminación de género, patrones culturales distorsionados y la falta de educación de la población femenina, sumado a ello la corrupción que avanza como una gangrena. Estos son los factores de riesgo y ante ello el Estado peruano debe asumirlo en su dimensión real.