Lincoln Onofre, Politólogo
Tres semanas de carrera electoral, un gran sector de ciudadanos desinformados (pero indignados), partidos políticos fachadas, candidatos improvisados y una larga lista de promesas que no corresponden a la función parlamentaria o -en el mejor de los casos- no podrán hacerse realidad por el corto plazo de este periodo; son algunas de las características de estas elecciones sui generis.
Sobre el elector. Si la demanda era limpiar el congreso, cambiarla por gente nueva, joven, que no estén contaminados por la corrupción; ¿Por qué ad portas de las elecciones, todavía hay un gran sector del electorado que aún no decide por quién votar o votar blanco o viciado (alrededor del 50%)? ¿Por qué entre los “elegibles” están personajes con antecedentes de aquello que queremos librarnos? ¿Por qué los ciudadanos de a pie confían y defienden a candidato que a todas luces mienten sin descaro? ¿Por qué seguir apostando por candidatos rentados por autoridades subnacionales? ¿Por qué el desinterés por informarse?
Sobre los partidos. Entre los argumentos y justificaciones de los representantes de los partidos políticos es que estas elecciones los tomó por sorpresa. Si nos remitimos a la cronología, este escenario fue demandado y era una posibilidad desde las primeras disputas entre el ex presidente PPK y la bancada fujimorista. Las evidencias muestran que los partidos políticos en el Perú son débiles, frágiles, con un tufillo caudillista, que no hay interés por construir una institución, que se articulan para periodos electorales y que dejaron de ser mediadores de las demandas sociales ante el Estado; hoy, son las organizaciones sociales las que demandan directamente al Estado. La mayoría de los partidos políticos en la actualidad son cascarones, carentes de una ideología o propuesta de gobierno; abrazan problemas mediáticos y no estructurales; acogen (a cambio de unos miles de soles) a personajes cuestionados para postularlos al congreso bajo la denominación de “invitados”; por ello, no es de extrañar las renuncias y reacomodos de intereses una vez electos. En el caso de Ayacucho, solo tres grupos políticos llevan a un militante como cabeza de lista, ninguno entre los elegibles. Entonces, ¿Será que los partidos políticos en el Perú no responden a los intereses de la sociedad, sino que utilizan este argumento para obtener votos y luego responder a agendas o intereses de privados? Pregunta inocente, pero necesaria.
Sobre el candidato. Tratándose de una gestión breve, los candidatos no advierten que sus propuestas no tienen asidero. Ya sea porque son tantas las demandas que juran cumplir y requieren de un proceso que no se resuelve en pocas semanas o, porque asumen compromisos que no corresponden a la función legislativa (como la obtención de mayores recursos económicos para los gobiernos locales, regionales; la construcción de infraestructura, el fomento de valores familiares, el diseño de la currícula educativa, etc.). En este caso, o el candidato desconoce el propósito del cargo que pretende o, a sabiendas, muestra la capacidad de mentir al elector. A una semana de las elecciones, los candidatos no advierten que una de las primeras labores que deberán realizar es la conformación de la Mesa Directiva, la constitución de las Comisiones y la revisión de los Decretos de Urgencia emitidos luego de la disolución del Congreso; además de desarchivar los Proyectos de Ley y responder a los intereses partidarios; ya sin contar que, de ser viables sus propuestas, estas deben argumentarse, agendarse en las comisiones respectivas, aprobarse y elevarse al pleno para su aprobación. ¿En qué momento cumplirán con promesas si el tiempo es corto? ¿No será que hay un interés en engañar a la población para asumir un cargo?
Ese es el escenario al que nos enfrentamos, no debemos esperar mucho de este nuevo congreso, pero debemos hacer un esfuerzo, como ciudadanos, de despojarnos de nuestros intereses personales o privados, pensar de manera colectiva, indagar por el perfil del candidato y, sobre todo, por la consistencia de sus propuestas.