Lincoln Onofre. Politólogo.
Los resultados electorales regionales de Ayacucho han dejado una sensación de descontento en un amplio sector de la población que manifiesta no sentirse representado por ninguna de las listas en contienda; además creen que no debieran resignarse en escoger al menos malo.
A la luz de los hechos, ambos grupos se caracterizan por tener entre sus filas a personajes ligados a la actual gestión y al fujiaprismo, grupos cuestionados ante la opinión pública por los actos de corrupción. Otro de los cuestionamientos está relacionado con el excesivo gasto durante la campaña ya que no se sabe cómo recuperarán lo invertido, más aún cuando ello no se justifica con el sueldo de un gobernador. También se cuestionan las propuestas de sus planes de gobierno, pues no proponen políticas públicas que respondan a las demandas de la región y, finalmente, existe un hermetismo respecto de quienes conforman el equipo técnico.
Así, para este sector incrédulo existe una tercera vía legal y legítima. Esta se sustenta en la idea de no dar una oportunidad a las dos listas cuestionadas, de evitar lamentar y pensar en el menos malo, de oponerse a avalar a movimientos con miembros vinculados a la corrupción. La tercera vía implica dar una oportunidad al ciudadano, al futuro, al trabajo participativo; implica dar una lección a las empresas privadas que esperan exprimir el presupuesto público de la región. ¿Qué sucedería si impulsamos la tercera vía? Es decir, el voto viciado.
Impulsar esta opción significa mostrar una posición clara y frontal contra la corrupción; contra esos empresarios o financistas que invierten miles o millones de soles en las campañas a cambio de algunas obras dirigidas; es un voto contra esa fila de camionetas que acompañaban los mítines, contra ese aprovechamiento de la pobreza y la necesidad manifiesta en la donación de dinero, combustible o cualquier otro bien; contra todo eso que nos mantiene en los últimos lugares de la economía y el desarrollo nacional.
Impulsar el voto viciado significa también dejar un mensaje a las actuales autoridades electas, movimientos regionales y futuros candidatos. A las autoridades electas, es decirles que no hay más una ciudadanía pasiva, esa a la que están acostumbrados e ignoran continuamente; hoy existe una ciudadanía vigilante, a quien deberán rendir cuentas continuamente a través de las organizaciones sociales y la sociedad civil. También es un llamado a los movimientos políticos, para que dejen de ser un vientre de alquiler en cada elección y tomar en serio ese rol vigilante y de facilitador entre la sociedad y el Estado más allá de cada proceso electoral. A los candidatos, es una advertencia a dejar de comprometer los intereses públicos en favor de los intereses de algunos privados, a proponer y ejecutar planes, programas y políticas acordes con la realidad, la necesidad y la oportunidad.
Qatun Tarpuy y Musuq Ñan solo tienen una opción excluyente: uno gana porque el otro pierde. En cambio, el voto viciado, en cualquier escenario, solo lleva a un resultado: ganar.
En el corto plazo, el candidato ganador sabrá que hay un sector que ha manifestado su desencanto y estará vigilante en los próximos cuatro años; en el mediano y largo plazo, los candidatos y movimientos pensarán mejor sus propuestas y alianzas con quienes solo aparecen para financiar campañas que luego se traducirán en obras y proyectos dirigidos.
Considerando las cifras históricas, el voto viciado (blanco y nulo) bordea un nada despreciable 20%, cifra superior a la de los actuales candidatos y que podría incrementarse en las siguientes semanas. A diferencia de los candidatos en carrera, el voto viciado no requiere que empresas interesadas impulsen una campaña como esta; sino más bien del adecuado mensaje en las redes; no necesita de mítines, camionetas, banderolas, sino del llamado a la reflexión y la protesta ante la crisis de la política, de las instituciones y los gobernantes de turno.
¿Qué sucedería si dejamos de elegir al menos malo y empezamos a apostar por nuevo escenario? Pues advertiríamos la demanda de un gobierno para todos y no en favor de unos cuantos; que trabaje por el bienestar de los ciudadanos, con propuestas territoriales que beneficie, represente e integre al norte centro y sur.
Se trata de cambiar el status quo por una sociedad con igualdad de oportunidades y libertad plena; de comulgar con la ética que propugnamos y demandamos; de hacernos responsables de los destinos de nuestro territorio y hacer frente a las fuerzas que pretenden dominarnos. Hablamos de unidad e independencia como la base de una sociedad mas equitativa.
Bajo este escenario, no creo que estos u otros candidatos que consideramos parte del continuismo y la corrupción pretendan hipotecar (como hoy) el gobierno regional; o que las empresas en la sombra quieran apostar por un candidato sin verse expuestos al ojo público. Creo que vale la pena hacer el esfuerzo antes que seguir endosando la gestión pública durante los próximos años.