Lincoln Onofre Lagos (Politólogo)
La cultura política de los movimientos regionales o locales, evidencia que estamos lejos de alcanzar una democracia representativa. Nuestra cultura política es caudillista, personalista. Vemos los primeros trazos que promocionan la candidatura de Urquizo, Rúa, Esperanza, Bellido, Prado u otros para el gobierno regional y lo mismo para los municipios. Todos, sin excepción, burlan desde ya la democracia interna establecida en el artículo 19 de la Ley de Partidos Políticos (Ley 28094), pues las elecciones internas serán mero trámite formal con candidato único para cumplir con los requisitos que exige el órgano electoral.
¿Cuáles son las consecuencias de esta “elección interna” direccionada?
Esta falsa democracia interna evidencia que los movimientos políticos no cuentan con una propuesta o plataforma política que trascienda al panorama electoral o, quizá, con suerte, a los primeros años de gestión o a una propuesta limitada; no existe pues una propuesta que articule lo regional, provincial o distrital; tampoco con una militancia que comparta una visión política. Veamos como ejemplo a las autoridades electas por ARA para el periodo actual. Después de las elecciones, cada uno tomó su camino; más aún, desviaron la vista (y la responsabilidad) ante los advertidos destapes de los delitos cometidos; fue una oportunidad desperdiciada. ¿Dónde están los regidores de la MPH –entonces candidatos- que en el 2014 sacaron la cara por WON?
La ausencia de una propuesta de gobierno que trascienda a las elecciones o a una gestión de cuatro años obliga a los dueños de los movimientos regionales a negociar con otros caudillos o personajes con arrastre electoral. Entonces, ¿Para qué la pantomima de realizar elecciones internas si desde ya están definidas todas las candidaturas?
La consecuencia de no contar con un plan de gobierno o plataforma política y, por ende, teatralizar una democracia interna, es que no priorizamos o concertamos intereses colectivos, locales o regionales; sino por el contrario es una suma de intereses privados que no trascienden más allá del resultado de las elecciones.
¿Qué tienen en común pequeños grupos o movimientos locales que se suman a una figura “mayor”? nada, pues no hay ninguna propuesta colectiva sobre la cual trabajar. Lo que existe es un conjunto de intereses personalistas (ser alcaldes o gobernadores sin un plan definido); y de esto ya se dieron cuenta algunos candidatos a la región con movimiento propio, pues han desplazado a los movimientos locales y priorizan a personas “que sumen votos”; de esta manera, no hay nada que negociar más allá de las elecciones.
Este modo de hacer política perjudica fundamentalmente a los ciudadanos, a los votantes. El peor escenario para los caudillos es perder la inscripción, pero pueden articularse en la víspera de las siguientes elecciones. Pero el ciudadano es el más afectado porque, como se observa hasta hoy, no hay un desarrollo como ciudad, una visión común del territorio a la cual todos contribuyamos desde nuestros espacios. El desarrollo que observamos es aislado, individual, visiones diversas que no se consolidan porque nada hay más allá de las elecciones o, con suerte, de los cuatro próximos años.
Es ese el escenario que nos depara de cara al Bicentenario. Advertidos estamos.