Mario César Zenitagoya Bustamante
Modesto Montoya, reconocido físico peruano, en un artículo publicado en el diario el Comercio escribió “(…) El problema educativo no se resolverá con edificaciones y computadoras, sino con la valoración de la carrera del magisterio, expresada en remuneraciones dignas y en el respeto por parte de la sociedad”. Dicha afirmación tiene la prestancia de que ordena y jerarquiza los elementos que concurren en el acto educativo, destacando la centralidad del quehacer del docente.
Reclamar que el docente sea valorado predica su contrario, es decir, que no se le aprecie o reconozca y precisamente en esa carencia reside parte de la problemática educativa actual. Cabe preguntarse, ¿qué tan extendida es su infravaloración? ¿Quiénes son los que no lo reconocen? Ciertamente no son los alumnos quienes, bajo la conducción, el arte de enseñar y los conocimientos, amén de las relaciones interpersonales afectivas que se establecen con el docente, incorporan saberes, destrezas y actitudes acordes con su edad y momento evolutivo.
Es esta una foto que capta lo que en verdad ocurre cotidianamente en las escuelas. La velocidad, la profundidad y dimensiones del aprendizaje no son -aunque le cabe responder por ellas- responsabilidad unilateral del profesor, pues concurren toda una gama de factores, desde lo genético, las disposiciones, el contexto y dinámica familiar hasta los estilos, costumbres y medios educativos de la sociedad. El docente no es, por tanto, una especie de atlas conminado a cargar en solitario con la educación de sus alumnos.
¿Quiénes no valoran al maestro?. Son los políticos y gobernantes de turno, también aquellos padres de familia que, por razones de variada índole, han renunciado su deber-derecho de educar a sus hijos transfiriendo esta responsabilidad a los maestros. O esos medios de comunicación que están al acecho de alguna falencia del educador para convertirla en noticia de primera plana del día siguiente… todos ellos, sin duda, cuando la actuación del docente no coincide con sus intereses -que en buena cuenta tiene poca relación con la naturaleza escort munich propia del acto educativo- no valoran el quehacer docente y menos a la persona del profesor.
Desde lejos las cosas se ven pequeñas o en una sola dimensión; habría que acercarse más hacia la labor docente para hacerse cargo de cómo son las cosas. Sería una buena práctica acompañar durante una jornada a un profesor para al menos no ser tan ligeros en opinar e insidiosos al calificar el trabajo que desarrollan. Como suele suceder en todas las actividades humanas, entre los docentes se escort stuttgart advierte diferentes grados de compromiso, lo cual no acredita, sin embargo, a maltratar a todos los profesionales de la educación.
Un modo de expresar la valoración del docente -refiere Montoya- es pagándole un sueldo digno. La retribución pecuniaria por un trabajo realizado es un derecho correspondiente. ¿Sobre la base de qué indicadores o criterios se define a un monto percibido como digno? ¿A valor de mercado? ¿De acuerdo a la capacidad económica, naturaleza o giro de una organización? ¿En virtud de la evaluación del desempeño?
Ante la huelga de los maestros cabe preguntarse: qué hizo el gobierno? y si solo es la dirigencia igual ,que trabajo de afirmación democrática han hicieron los partidos políticos?.
La respuesta oficial obviamente con argumento falaz es acusarlos de pro sendero, movadef o proseguir, cuando bien se sabe que tiene como punto de partida la reivindicación salarial. En el Perú, los maestros ganan salarios de hambre.
Los gobernantes bien saben que los países que han desarrollado la educación tienen buenos logros de calidad educativa, porque han escort invertido en este campo junto a la salud, dos columnas fundamentales para su desarrollo, donde los maestros tienen los salarios más altos y saben por elemental criterio que si no hay maestros bien remunerados no hay progreso. Han dejado de crear burocracias doradas, sostener programas asistencialistas y populistas en función al rédito político en campañas electorales y sobre todo enfrentando a la corrupción con una justicia transparente, no como la que tenemos actualmente en el país, un Poder Judicial y Ministerio Público desacreditado a nivel nacional e internacional.
En nuestro país rige la ley del más fuerte: buena educación para los pudientes, para los pobres la mediocridad y se presenta a los maestros como los malos porque no asumen su “tarea noble y sacrificada” aunque se mueran de hambre.
La educación es prioridad del Estado por ello debe incrementarse el presupuesto para el sector como se señala en el Acuerdo Nacional y mayor profesionalización del maestro con el propósito de recuperar la calidad de la Escuela Pública. El Gobierno Regional y Gobiernos Locales deben asumir su rol para invertir en mejorar las capacidades de los maestros a fin de lograr calidad en la educación, considerando el derecho de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, de tener acceso a una educación pública de calidad.
El Estado tiene la obligación de hacer realidad una educación de calidad. Es imprescindible que el Estado a nivel nacional, regional y local, cumplan con su función de elevar la capacidad profesional de los maestros. Que la solución a la huelga magisterial no sea una aspirina para bajar la fiebre y luego se les siga maltratando. En estos nuevos tiempos de competitividad el maestro debe ser el profesional de primera línea por ser forjadores de ciudadanía. No valorarlo es atentar contra sus derechos fundamentales.