Raúl Vegas Morales
Alejandro Toledo hizo fama por sus mentiras. Hacía declaraciones que se acomodaban al entorno, fabricando un largo historial de contradicciones a veces revolventes. Esa personalidad inestable de mentira institucionalizada lo anuló como líder y en las últimas elecciones no pasó la valla electoral, poniendo sobre Perú Posible una lápida definitiva.
El presidente Kuczynski está transitando por un laberinto parecido de contradicciones precisamente cuando se requieren señales claras de gobernabilidad para fortalecer su vapuleada gestión, afirmaciones y negaciones, unas declaraciones en el país y otras en el extranjero, muestran a un político inexperto colocando su propia cabeza en la guillotina fujimorista que espera con ansias poder descargar la cuchilla.
¿Cuál es la respuesta Kuczynski ante la agresión fujimorista? Al parecer ninguna. Si no actúa pronto, sus ministros seguirán desfilando por la tabla pirata para ser aventados a los tiburones. Es urgente que elabore una estrategia política, respuestas claras, acciones contundentes que le hagan recuperar el liderazgo de sus primeros días de gobierno, cuando la mayoría estaba identificada con su presidencia.
¿Qué busca la oposición fujimorista?, ¿Cuál es su planteamiento de gobierno? ¿Qué aporte quiere realizar para el país? ¿Cuál es su estrategia de desarrollo? Un análisis somero de las interpelaciones nos indica que ubicada como la primera fuerza política peruana, el fujimorismo hace alarde grosero de su mayoría parlamentaria, observa las políticas, censura ministros, pero no tiene propuestas para el país ni capacidades de gobierno. Para enfrentarlos previamente hay que diagnosticarlos.
¿Cómo enfrentarlos? Haciendo que su soberbia se vuelva contra ellos.
Mostrando sus intenciones ocultas, que quieren mantener al país en la incertidumbre como una forma de que todo se vuelva incierto para nublar las acusaciones a sus líderes por lavado de activos.
En lo que no reparan es en que la economía del país se ha detenido y es necesario encender nuevamente los motores, eso no se va a lograr con obstruccionismo. La ingobernabilidad afecta a todos por lo que es urgente y necesario el destrabe político. Si el presidente no aborda el problema con firmeza, luego será demasiado tarde y podría terminar, también, colocando su propia lápida política.