Por Luis Larrea
El hecho de construir, colaborar, amar y perdonar, así como de destruir, robar, odiar y matar tiene un mismo origen, esto es “la conducta humana”. La conducta se forma a partir de valores e ideas, los cuales se transmiten de generación en generación mediante la educación, ya sea en casa o en centros educativos.
La corrupción en el Perú ha empeorado y hoy día se trafica no sólo con obras de infraestructura, sino que se llega a traficar con la salud y hasta con la muerte. Casos como el SIS, un seguro integral implantado para atender a los más necesitados, es una fuente de ingresos para funcionarios y empresarios corruptos. El Programa JUNTOS pensado para dar una ayuda económica a quienes más lo necesitan, sirve como recurso extra para funcionario corruptos y sus familiares. En suma la corrupción ha pasado a ser una forma “normal” de actuar en sociedad.
En las últimas décadas se ha dado, tanto a nivel nacional como internacional, un proceso de lucha contra la corrupción, desde un enfoque exclusivamente legal. Esto es mediante la tipificación de nuevos delitos, fortalecimiento de instituciones como el Poder Judicial, el Ministerio Público, Unidades de Inteligencia Financiera y Procuradurías del Estado. Todo este esfuerzo en décadas no ha logrado frenar el avance de la corrupción, más al contrario ha surgido una generación de políticos, quienes no tienen otro objetivo que el de aprovecharse de los recursos del estado en alianza con las empresas, como la brasileña Odebrecht, que están a la expectativa de “invertir” en candidatos para luego obtener jugosas ganancias. Una política cada vez más alejada de la verdadera vocación de servicio al pueblo, un estado cada vez más vulnerable a la corrupción y una ciudadanía indolente y carente de valores en contra de la corrupción, no puede sino generar un estado donde la corrupción es la norma.
En el proceso de lucha contra la corrupción se nos olvidó que un factor esencial es la conducta humana. No se trabajó a nivel de escuelas y familias a fin de formar una generación impregnada de valores e integridad, la misma que le haga frente a la corrupción. Esta lucha cultural no podía ni puede venir del estado, pues un estado dirigido por corruptos no tiene la más mínima voluntad de cambiar las conductas sociales, hacerlo sería un acto de suicidio. Los gobiernos corruptos son producto de sociedades corruptas, y mantenerse en el poder requiere mantener la corrupción como una forma normal de actuar, así se tiene un convencimiento social mediante frases como; si todos roban, más vale ladrón conocido que aquel por conocer, roba pero hace obra, etc.
Teniendo en cuenta que la lucha cultural contra la corrupción no puede venir de la clase política (poder ejecutivo y legislativo) y de las instituciones como el Poder Judicial o el Ministerio Público, es necesario iniciar y llevar a cabo esta lucha cultural desde las propias bases de la sociedad civil organizada. Así las asociaciones de padres de familia, las juntas vecinales, los frentes de defensa del pueblo, colegios profesionales, cámaras de comercio y todas las asociaciones y federaciones de estudiantes en todos sus niveles, son los llamados de liderar esta lucha cultural. Todo cambio de conducta implica un proceso de formación en valores y es vital que nos preguntemos qué tipo de sociedad queremos en el futuro. En la actualidad se ha normalizado la corrupción y los niños y jóvenes de hoy serán lamentablemente los ladrones y corruptos del mañana.
La corrupción afecta la libertad, la salud, la seguridad, el trabajo y todo aquello que implica un desarrollo sostenible. Cantidades astronómicas de dinero son aprovechadas por los corruptos, mientras que la sociedad en su mayoría se mantiene pasiva y hasta guarda un silencio cómplice a cambio de migajas. Digo en su mayoría pues no hay otra explicación de cómo las sociedades eligen personas corruptas.
Nunca es tarde para iniciar una reforma cultural que nos ayude a limpiar la institucionalidad del estado, así como el mercado y la propia sociedad civil. La corrupción se enfrenta con un cambio de actitud y comportamiento. Esto no ocurrirá sin la actuación de la sociedad civil organizada. Ya todos somos parte del problema, ahora debemos dar ese paso importante para ser parte de la solución, generando las bases de una sociedad nueva que devuelva a la corrupción a su situación de “excepción” y establezca la transparencia e integridad como la norma.