Raúl Vegas Morales
Hay mucha gente que se enriqueció con dineros del estado, mucha que aspira a enriquecerse, arribistas avezados que tienen la habilidad conocida de acercarse sutilmente al poder político y desde esa cercanía planean su propio enriquecimiento. No importa si el dinero que va a parar a sus cuentas está destinado al apoyo de los más pobres, de los que nada tienen que perder en este país tan desigual.
Fuente de enriquecimiento ilícito son los servicios que brinda el estado: salud, educación, saneamiento básico, programas sociales, es decir, el dinero orientado a las necesidades fundamentales de las personas. La corrupción entrampa el desarrollo, afecta a los más pobres, pero los peruanos son permisivos, contemplativos con los corruptos, los saludan con deferencia y en circunstancia hasta los reeligen.
En el libro “Historia de la corrupción en el Perú”, el historiador y político Alfonso Quiroz, basado en archivos y fuentes de información, nos remite hasta las postrimerías del período colonial para narrar como el naciente estado va sentando bases institucionales paralelamente con la corrosiva corruptela que hace metástasis en todos los sectores.
Quiroz define la corrupción como el mal uso del poder político burocrático por parte de camarillas de funcionarios coludidos con mezquinos intereses privados para obtener ventajas económicas o políticas contrarias a las metas del desarrollo social mediante la malversación o el desvío de recursos públicos y la distorsión de las políticas e instituciones.
Los arribistas aprovechan particularmente de gobiernos débiles, poco estructurados, de partidos que llegan sin haber tamizado correctamente su militancia. Se venden como “técnicos”, como “especialistas” y van buscando vacíos, debilidades normativas que ven como oportunidades para realizar negocios particulares, degradando de ese modo la calidad de los servicios, vendiendo el futuro de muchos a precio del enriquecimiento personal.
En esta oportunidad el gobierno ha reaccionado ante la intención del negociazo gracias a las grabaciones, que se realizaron. Pero ¿lo que no se graba? Generalmente la corrupción no entrega facturas, por tanto es necesario trabajar en la mejora de los sistemas de control y transparentar el sector público.
Quiroz indica en su mentado libro que “no se construye un verdadero estado de derecho sin un sistema normativo congruente con las necesidades del estado, sin instituciones que velen por el cumplimiento de la ley, sin un sistema de control que opere de manera eficaz, sin una élite dirigente que mire por encima de sus propias intereses y sin partidos políticos que representen los intereses de la población”. Estoy plenamente de acuerdo.