FREDY MORALES GUTIÉRREZ (*)
Si tanto se habla de que la política no debe ser un medio de manipulación popular, aún más cuando se trata de niños. Y cuando un gobernador regional condenado judicialmente por delitos comprobados, y absuelto –según los analistas nacionales y regionales– sospechosamente, con un perjuicio total a la legalidad del país, que pretende ser el salvador económico y político no puede valerse de los medios de comunicación y de la inocencia de los niños para limpiar su mala imagen.
En este contexto, ninguna persona natural o jurídica puede aprovecharse de la acción de los escolares. Peor todavía pretender que le agradezcan la supuesta benevolencia en la construcción del colegio emblemático “Mariscal Cáceres”, como si se tratara del dinero personal del señor Oscorima. El Director de la Institución también pretende transmitir la idea de que la construcción de ese local ha sido gracias al gobernador regional, como si hubiese sido una gestión solamente regional, cuando se sabe que esa fue una acción de política nacional del gobierno de Ollanta Humala. Producto de ello fue que se construyó ese tipo de infraestructura a nivel nacional.
En consecuencia, utilizar a los escolares subliminalmente para lavar la imagen sucia de una autoridad no es lícita, y más cuando necesitamos que nuestros niños entiendan que la inmoralidad y la corrupción no pueden ser aceptadas de ninguna manera en la sociedad. Pareciera que con estas acciones se incentiva que se debe humillar y agradecer acciones resultado de hechos ilegales. Los medios de comunicación deben ser el instrumento para inducir a la población en general a rechazar acciones ilegales de donde provengan.
Es evidente que el señor Oscorima está acostumbrado a comprar conciencias populares y también adhesiones políticas con la complicidad de algunos comunicadores sociales, que con este hecho también se benefician indirectamente. Es por eso que cumplen funciones periodísticas para maquillar hechos totalmente deleznables a la vista común.
Finalmente, sería interesante proclamar la expresión: “No se metan con nuestros hijos”, sean gente poderosa política y económicamente o cualquier individuo que miserablemente se beneficia de migajas económicas o consideraciones de cualquier índole.
(*) Docente de la UNSCH