Raúl Vegas Morales
Keiko Fujimori está jugando con fuego. Su intento de gobernar desde el legislativo, los desaciertos de un congreso de mayoría dictatorial que navega contra la corriente de las políticas de estado y la opinión pública, son hechos que se van acumulando en el subconsciente del elector y lo retornan a la época de la dictadura de su padre.
Es posible que su cálculo indique que el 2021 está aún muy lejos, que el pueblo olvida pronto y por tanto se puede actuar con impunidad en el corto plazo. Eso tiene matices de verdad. Sin embargo no está sola en la carrera presidencial de su partido, tiene un enemigo que ya está trabajando ferozmente para arrebatarle el derecho de postulación y el liderazgo: Kenji Fujimori.
Las noticias dan cuenta que el menor de los Fujimori se encuentra de manera permanente en viaje proselitista, que, fiel al estilo de su padre, lleva regalos por donde llega, que estudia quechua y no desperdicia la ocasión de vender su imagen de chinito con chullo.
Mientras Keiko, está íntimamente ligada a esa mayoría del congreso que se muestra impositiva, nada dialogante y con la soberbia de saberse fuerza por ahora indoblegable. Su balconazo de reaparición refuerza la visión dictatorial que no la abandona, la que es aderezada por las sandeces que destilan sus seguidores, como Úrsula Letona que pide: “Aplaudan cuando nosotros les otorgamos gobernabilidad”. Se creen los girondinos del parlamento peruano.
Keiko y su séquito, si quieren tener futuro, deberían conciliar con el ejecutivo y llevar un gobierno de consenso que permitiría un mayor desarrollo y mejor crecimiento, con una aprobación ciudadana que luego de cinco años esté convencida que con aciertos y desaciertos se trabajó por el Perú, no por un grupo partidario y por tanto, hasta le podría dar posibilidad a su candidatura.
Pero encontrar sentido común en política es como escribir en el agua, la ambición del presente obnubila el futuro. Todos los desaciertos de la mayoría en el congreso se los van a achacar a ella ante la risa de su hermano que camina sobre las piedras que arroja el congreso. Recordemos que en las recientes elecciones dijo “La decisión es mía: sólo en el supuesto negado que Keiko no gane la presidencia, yo postularé el 2021”. Más claro ni el agua. A los congresistas habría que recordarles que los girondinos murieron en la guillotina.